Portugal de Norte a Sur (I): De Melgaço a Peniche

viernes, 3 de julio de 2009

Melgaço (Minho, Portugal)
Melgaço (Minho, Portugal)

Nubes de Tormenta (Nossa Senhora da Cabeça, Monção - Portugal)
Ecopista, Monção

Torre de Lapela (Monção, Portugal)
Torre de Lapela

Puente internacional de Tui-Valença
Puente internacional de Tui-Valença

Esteiro do Minho en Caminha (Minho, Portugal)
Esteiro do Minho en Caminha

Forte da Ínsua (Caminha, Portugal)
Forte da Ínsua

Río Lima desde Sta Luzía (Viana do Castelo, Portugal)
Río Lima desde Sta Luzía

Aveiro (Portugal)
Aveiro

papaventos
Cova Gala, Figueira da Foz

mira praia
Praia de Mira

Caramiñas
Caramiñas en Mira o Cantanhede

Castelo de Leiría, Portugal
Castelo de Leiría

Mosteiro de Batalha (Portugal)
Mosteiro de Batalha

Santuario do Senhor Jesús da Pedra (Óbidos, Portugal)
Santuario do Senhor Jesús da Pedra

Óbidos (Portugal)
Óbidos
Portugal es uno de los países más desconocidos de nuestro entorno para los españoles. Tal vez sea porque no es lo suficientemente mediático o por un injusto desprecio, pero lo cierto es que muy pocos españoles conocen de verdad las maravillas que encierra nuestro vecino peninsular.


Para intentar convenceros de darle una oportunidad a Portugal, voy a escribir una serie de posts para atravesar el país de norte a sur.

Actualización: El gobierno portugués ha establecido una serie de peajes electrónicos a lo largo y ancho del país. Estos peajes NO tienen cabinas de cobro. La forma de pagar es o bien comprando o alquilando un dispositivo, pago por internet a través de la web de Correios de Portugal, o bien parando en algunos cajeros especiales en estaciones de servicio de las autovías. El mapa de esta ruta ha sido adaptado para evitar los peajes


Melgaço es una de las cuatro villas importantes que se yerguen a orillas del Miño desde el lado portugués. Lo interesante de esta villa, además del Parque A Peneda-Gêres, del que hablaré algún día, es lo que queda de su castillo, una de tantas fortificaciones defensivas que el Reino de Portugal construyó para defenderse de sus vecinos del norte, ora León, ora Castilla, ora Galicia, ora España. Lo más llamativo es la torre del homenaje.

De Melgaço a Monçao, nuestra segunda parada, es interesante fijarse en el Miño, verdadero agente vertebrador de estas tierras, y donde veremos restos de las pesqueiras que desde tiempos ancestrales se utilizan para la pesca de la lamprea y aquí y allí, veremos también viñedos donde se cultiva la uva alvarinha, si bien en el otro lado del río le sacan más provecho... y es que aún siendo la misma uva, el albariño tiene ventaja sobre su análogo luso. En Melgaço también hay un balneario.

Monçao es la capital del alvarinho, y sus principales atractivos son sus murallas, las vistas sobre el río, el balneario y ya fuera de la villa, la ecopista que sigue el trazado de la vieja vía del tren y que lleva hasta Valença y que es estupenda para pasear a pie o en bici. Esta ecopista es paralela a la carretera que une ambas villas y en la cercanías de ambas podremos ver elementos de interés como viejas pesqueiras, la torre de Lapela, remanente de un viejo castillo, la puerta de la Quinta do Crasto, ya en territorio de Valença o el monasterio benedictino de Ganfei, a las puertas de la villa valenciana.

Por esta zona, en Verdoejo y accediendo a desde Gondomil o bien desde la misma Valença hay una minirruta con varios miradores: Mosteiro de Sanfins, Capela de Santo Ovideo y Monte Faro que nos dan en conjunto una viste estupenda del valle del Miño desde Salvaterra hasta su desembocadura.

El gran atractivo de Valença do Minho es su muralla, bien conservada y con estupendas vistas de Tui, con su catedral-fortaleza y del río, que es cruzado por el puente construido por la compañía de Gustave Eiffel (sí, los mismos que construyeron la Torre Eiffel de París)

Nuestro camino seguirá paralelo al río, pasando São Pedro da Torre y en dirección a Vila-Nova de Cerveira, cuya muralla está en malas condiciones y poco respetada (hay un comedor de un restaurante coronándolas... una pérgola cristalina que no pega ni con cola).

Tenemos un puente internacional por aquí que nos puede servir para repostar en España (la gasolina en Portugal es muchísimo más cara... y si hay que repostar, el lugar más barato con diferencia son las gasolineras de los Intermarché).

Justo al lado de Caminha, al lado del acceso al puente internacional está el fuerte abandonado de Lovelhe.

Más adelante Caminha, cuyas vistas al estuario del Miño, su desembocadura, y al otro lado el Monte Santa Tegra, en A Guarda (Pontevedra). Caminha está construida en los restos de una antigua muralla, y en la misma desembocadura hay un parque de pinos precioso y en una isla en medio del río una pequeña fortificación, el forte da Ínsua, que completa la línea de fortificaciones portuguesas del Miño. Para cruzar a España hay un pequeño ferry, el Santa Rita de Cassia

La carretera va a seguir ahora la línea de la costa en dirección sur, pasando por una villa turística como Vila Praia de Áncora y llevándonos a Viana do Castelo. Entre Caminha y Viana do Castelo hay varios fuertes más, como el de Gelfa (Forte do Cão) o Paçô.

 Viana do Castelo es la capital de la Región Norte y cuyo mirador de Santa Luzía (cuyo aspecto recuerda al del Sacré Coeur de Montmartre, en París y en quien se inspira) que nos ofrece unas vistas estupendas de la desembocadura del Lima, el río sobre el que aprendió a navegar un tal Fernando de Magallanes, de quien se dice oriundo de la cercana Ponte de Lima. Este río nace en España, y allí tiene el nombre de Limia (es quien da apellido a la localidad ourensana de Xinzo da Limia)

A partir de aquí vamos a coger la autovía hasta Vila do Conde, para ver el acueducto de Coelheiro, del siglo XVIII y medianamente conservado (se podían esforzar más en su conservación, la verdad), y que llevaba agua desde el lugar homónimo hasta la villa. El puerto de Vila do Conde, con su nave quinientista (una réplica de carabela portuguesa del siglo XVI) y la desembocadura del Río Ave también merecen una visita.

Desde aquí hasta nuestra siguiente parada habrá un buen tramo, ya que debemos pasar Porto por el Ponte da Arrábida que tiene buenas vistas (para el copiloto) tanto de la desembocadura del Duero, como del interior de Porto.

Aveiro es quizás la localidad más sobrevalorada que conozco. Realmente su casco antiguo es muy pequeño y carece casi de interés, sin edificios singulares de mención, ni grandes monumentos y además las barcas que le dan fama son un puñado y están aparcadas en un canal de lo más soso. Es mucho mejor coger las carreteras de la costa y acercarse a lugares como Gafanha de Areão (y más que nada porque los gallegos no tenemos costumbre de ver playas así) o ver la ría de Aveiro desde Murtosa o Torreira, aunque eso nos desvía mucho de la ruta.

Si seguimos hacia el sur por estas carreteritas, a veces en un estado francamente malo, llegaremos hasta la Praia de Mira, que es el lugar de veraneo de la gente que procede de lugares más interiores, como Coimbra, Viseu o las españolas Ciudad Rodrigo y Salamanca, ya que desde allí hasta Aveiro es casi todo autovía.

Una cosa me llamó la atención de los bosques que están entre la civilización y el litoral, y es que hay gran cantidad de caramiñas, una planta que ya habíamos visto en el Areal de Trece y que está casi extinta en Galicia. Es también curioso ver kilómetros y kilómetros de pinares en plano, como en las Landas francesas, naciendo sobre dunas... dunas hacia el interior. Esa es la razón de que haya tan poca presencia humana por esta zona: habría que construir sobre arena.

El camino sigue hasta Figueira da Foz, que se encuentra en la desembocadura (foz) del Mondego, el río que pasa por Coimbra y que atraviesa todo Portugal desde la Serra da Estrela. Más kilómetros de playa del estilo que ya hemos visto en Mira, pero más urbanizado y menos interesante. Se dice que hay una playa nudista por aquí, pero fui incapaz de encontrarla. Lo más interesante puede ser el Forte de Santa Catarina, pero las fotos que he visto no me enamoraron hasta el punto de querer parar.

De aquí a nuestra siguiente parada hay otro trecho largo, pero es que el Castelo de Leiría, en la ciudad del mismo nombre, merece la pena. Situado en una colina que domina la ciudad, su construcción es realmente impresionante. Merece la pena acercarse porque es de lo mejor que he visto en Portugal.

Un poco más al sur de Leiría encontramos una de esas paradas imprescindibles: Batalha. Este monasterio vendría siendo el equivalente luso a nuestro Monasterio de El Escorial. Una arquitectura fascinante y una historia muy interesante que ayuda a explicar por qué Portugal siempre ha tenido problemas presupuestarios: esta obra fagocitó el presupuesto nacional durante los dos siglos que se invirtieron en su construcción. Y todo ello para celebrar la batalla que en la vecina Aljubarrota lograron contra las tropas castellanas.

No demasiado lejos se encuentra otro monasterio singular, Alcobaça, Patrimonio de la Humanidad, construido en el siglo XII, poco después de la reconquista de estas tierras por parte de los primeros reyes portugueses. También hay un castillo por aquí, pero no lo he visitado y al parecer está en muy mal estado. Tan poco interés le pusieron que en el siglo XIX el municipio vendió las piedras de la muralla a particulares para edificar casas. Aquí hay un Intermarché con gasolinera, por cierto.

Seguimos hacia el sur y rodeamos Caldas da Rainha, para acercarnos a nuestra penúltima parada: la villa de Óbidos, construida en su mayor parte dentro de un castillo medieval. Grandes vistas, una zona urbana realmente bonita y unas murallas perfectamente conservadas. Óbidos es posiblemente el pueblo más bonito de cuantos conozco en Portugal, después de Sintra. Es un lugar que hay que visitar con calma, tanto lo que es el pueblo, como algunos santuarios cercanos. En este post de otro blog tenéis más información.

Y de aquí partimos al final de esta primera y maratoniana etapa: Peniche, cuyos espectares acantilados, casi barrocos, son lo más salientable, así como la vista a las Ilhas Berlengas, de gran predicamente durante los meses estivales, ya que las playas cercanas no son gran cosa y las de allí tienen un poco de encanto. También hay un fuerte que protegía la costa y que es lo más interesante de las islas. También hay en Peniche un pequeño fuerte, pero por lo que vi desde la calle tampoco es como para tirar cohetes.

La noche la pasé en un cámping llamado "Peniche praia" que me dejó una impresión bastante pobre: no había playa, si no acantilados. El personal borde y desagradable y trataron de engañarnos: pretendían mandarnos a un área polvorienta y sin servicios en lugar de a una parcela con electricidad que era lo que habíamos demandando (para descargar las fotos en el portátil y poder ver una peli, que nos lo merecíamos). La parcela era sólo 60 cents más cara que el descampado. Por último, las duchas no debieron recibir nunca la visita de un inspector de sanidad. O eso, o al tío lo untaron bien, porque si no, no lo entiendo.

Es mucho mejor irse al cámping municipal, situado a la entrada de Peniche, muchísimo más barato, con personal más amable y mejores duchas.

Y esta es la ruta de hoy. Nos han quedado atrás lugares como Coimbra y las ruinas de Conímbriga, pero quedaban un poco demasiado al interior y nos dejaban retrasaban bastante. Coimbra en sí es interesante, aunque en mi opinión no tanto como dicen. Lo más llamativo, la Cidade dos Pequeninos (parque donde hay miniaturas de monumentos de todo Portugal y que cierra en enero) y la Igreja de Santa Clara, hundiéndose en los sedimentos del Mondego. También es interesante la vista desde la Universidad.

En cuanto a Conímbriga, pues son unas ruinas de origen romano de lo que fue una ciudad, abandonada hace ya bastantes siglos.

Para ver Coimbra y Conímbriga tenemos esta otra ruta, realizada más adelante.

El mapa

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