Tres ciudades de Castellón: Peñíscola, Morella y Jérica

jueves, 17 de mayo de 2012

La Luna del Mediterráneo (Benicassim, Castellón)
Benicassim, Castellón


Peñíscola (Castellón, Comunidad Valenciana)
Peñíscola


Playa de Peñíscola (Castellón, Comunidad Valenciana)
Playa de Peñíscola


Cañón en Peñíscola (Castellón, Comunidad Valenciana)
Cañón en Peñíscola


La Noria (Peñíscola, Castellón)
Calle de Peñíscola


Calles de Peñíscola (Castellón, Comunidad Valenciana)
Subida al Faro de Peñíscola


Faro de Peñíscola (Castellón, Comunidad Valenciana)
Faro de Peñíscola


Morella, Castellón (Comunidad Valenciana)
Morella


Puertas de Morella (Castellón, Comunidad Valenciana)
Puertas de Morella


Calles de Morella (Castellón, Comunidad Valenciana)
Calles de Morella


La lluvia en Morella (Castellón, Comunidad Valenciana)
Calle Mayor


Tardes de Lluvia (Morella, Castellón)
Soportales en Morella


La Torre mudéjar de Jérica (Castellón, España)
Torre mudéjar de Jérica


El Alto Palancia (Castellón, España)
Jérica desde el castillo


Castillo de Jérica
Castillo de Jérica


<br />Barranco del Palancia
Barranco del Palancia
La provincia de Castellón es conocida sobre todo por su litoral. El turismo de sol y playa que durante el franquismo fue atención preferente por parte de los sucesivos gobiernos en un intento de atraer capitales a un país en la ruina por la guerra y el aislamiento tuvo en toda la costa levantina un enorme impacto.

Lo que hace cien años era una región relativamente despoblada, a pesar de las rutas comerciales que recorren la costa del Mediterráneo, se convirtió por obra y gracia del cemento en tramos urbanos de muchos kilómetros en los que es imposible distinguir donde empieza un municipio y termina su vecino.

Benicassim, Vinaròs, Oropesa, Benicarló... todos ellos nos sugieren sol, playa y diversión, pero para ello han destruido ecosistemas litorales, edificios singulares y se ha hecho toda clase de tropelías... y total para que cada vez vaya menos gente. El problema de los sitios que están de moda es que al final pasan de moda y estas poblaciones lo están empezando a sentir, sobre todo ahora que la gente busca lugares distintos.

Tal vez por eso para mi es bastante más interesante el interior que la costa de Castellón, terroríficamente desvirtuada por la presión a la que fue sometida desde el boom del turismo. El modelo del que tanto han presumido los últimos gobernantes de la región se ha llevado por delante buena parte de la historia y del interés de estos lugares...

Nuestra ruta comienza en Peñíscola, uno de los pocos sitios que, a pesar de haber sido tremendamente urbanizados fue capaz de mantener su elemento diferenciador y su casco antiguo está muy bien conservado, incluyendo lo que fue el palacio papal.

Mucha gente no lo sabe, pero durante el Gran Cisma de Occidente esta pequeña localidad levantina fue una de las capitales de la cristiandad ya que el Papa Luna (Benedicto XIII) se refugió en el palacio que corona la ciudad.

Por cierto que al lado del palacio papal se encuentra el Faro de Peñíscola, desde el que hay unas bonitas vistas del Mediterráneo y la plaza es a la vez una especie de terraza donde poder tomarnos un momento de tranquilidad.

Peñíscola tiene además una playa con todos los servicios y desde la que se puede ver perfectamente el palacio papal y el resto de la peña que da nombre al lugar. Y desde el pueblo en si hay magníficos miradores sobre las playas circundantes, el mar y la Serra d'Irta (y también sobre algunas urbanizaciones que la invaden).

De camino a Morella, podemos hacer una pequeña parada en Sant Mateu. No paré mucho rato porque había procesiones de semana santa e iba un poco apurado, pero creo que bien merece un paseo.

Si antes hablaba de pueblos desvirtuados ahora vamos a ver justo lo contrario: Morella es un ejemplo de cómo deben hacerse las cosas en cuanto a turismo y urbanismo. Su casco antiguo, que es prácticamente toda la ciudad, está en un estado de conservación fantástico y sólo una tarde de mucha lluvia me impidió subir hasta el castillo, que promete unas vistas espectaculares. De todas formas, el paseo por sus calles y hasta su iglesia me descubrió una de las localidades más bonitas que he visitado. Sin duda volveré.

Morella es una ciudad amurallada que en tiempos fue una de las plazas fuertes más importantes desde el punto de vista estratégico para el Reino de Aragón y la taifa de Valencia.

Su labor original fue la de contener a las huestes aragonesas que amenazaban la existencia de la taifa y la costa del Mediterráneo. Y esa prosperidad inicial se mantuvo en el tiempo.

Tal fue su importancia que cuando un vasallo de Jaime I consiguió conquistar la ciudad el rey, que le había prometido señorío sobre todas las villas que ganase para su reino hizo una excepción con Morella: era demasiado importante para cedérsela a un Señor.

 Aunque todo el tramo de murallas está bien conservado y nos permite hacernos una idea de la fortaleza de la ciudad en épocas antiguas son sus puertas las que nos impresionan un poquito más. Si las diseñaron con ese propósito, está claro que lo consiguieron.

Anexo a la ciudad está el acueducto de Santa Lucía (también conocido como Séquia Reial) y que procede de la donación que Jaime I hizo a la ciudad de la fuente de Vinatxos. Jaime II concedería permiso para que la ciudad construyese el acueducto y este estuvo en servicio desde entonces hasta el XIX, cuando el municipio intentaba que se reconstruyese. Hoy en día se han perdido algunas partes de la canalización enterrada por la construcción de una carretera (en ¡1992!) y su función la cubre un tubo de polietileno que sigue llevando el agua de este manantial a la ciudad.

Pero no sólo de arquitectura civil y militar vive Morella: las casas que los vecinos fueron construyendo son también muy bonitas y los soportales de la calle principal son una invitación a tomarse algo en los diferentes locales que hay.

Y por supuesto, no hay que olvidar la comarca histórica del Maestrazgo, en cuyo interior se encuentra Morella. Se trata de una comarca que se extiende por tierras valencianas, catalanas y aragonesas de difícil acceso (con las carreteras actuales menos) y cuyo aislamiento propició la existencia de un gran foco de rebelión carlista durante las guerras civiles entre liberales y absolutistas del siglo XIX.

Y dejamos Morella para dirigirnos a Jérica, en la comarca del Alto Palancia y en plena ruta entre Sagunto y Zaragoza.

Jérica no estaba en mis planes. De hecho, ni siquiera sabía que existía. Lo único que sabía es que quería ir de Castellón a Pontevedra sin pasar por Madrid. Así que me preparé una ruta que pasaba por aquí. Ya había estado tentado de parar en Segorbe, capital de la comarca del Alto Palancia, donde nos encontramos y que al parecer es un lugar muy interesante.

Pero fue la torre mudéjar de Jérica vista desde la autovía la que me hizo salirme y parar en el pueblo. Jérica es mucho más interesante que su torre. A su casco antiguo, muy bien conservado hay que unir los restos de su castillo, con muy buenas vistas de la comarca circundante y también el barranco que el río Palancia forma detrás de la torre.

La verdad es que fue una sorpresa muy agradable para mi. Una de las razones por las que me gusta viajar en coche y a ser posible fuera de autopistas y autovías es para descubrir lugares como Jérica. Si os queda de camino ni os penséis lo de parar: merece la pena.

El mapa
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