Madeira (II): La costa sur

domingo, 9 de febrero de 2014

Farol da Ponta do Pargo (Calheta, Madeira)
Ponta do Pargo


Paul do Mar desde Ponta do Pargo (Calheta, Madeira)
Paul do Mar desde Ponta do Pargo


Praia do Paul do Mar (Calheta, Madeira)
Paul do Mar desde Ponta do Pargo

El Camino Real (Calheta, Madeira)
El Camino Real

Bananas
Plantación de plátano

Teleférico de Fajã dos Padres (Ribeira Brava, Madeira)
Teleférico de Fajã dos Padres


Ponta do Sol (Calheta, Madeira)
Ribeira Brava


Túnel de Lavado (Porto do Sol, Calheta)
Túnel de Lavado


El muelle
Muelle de Funchal


Viadutos do Campanário (Ribeira Brava, Madeira)
Viadutos do Campanário


Obras en el puerto (Funchal, Madeira)
Puerto de Funchal

Funchal desde el teleférico
Funchal desde el teleférico


Os Carros (Monte, Funchal)
Carros de cestos

Nossa Senhora do Monte (Monte, Funchal)
Nossa Senhora do Monte

Praia de Santa Cruz (Madeira, Portugal)
Santa Cruz


Machico (Madeira, Portugal)
Machico
Tras varios meses sin actualizar el blog por una mezcla de mucho trabajo y vagancia extrema (estos articulitos llevan bastante tiempo, sobre todo porque a veces no recuerdas el orden en que haces las cosas), retomo la explicación de Madeira. A ver si voy dando un poco de caña a todo lo que hice desde el ya lejano mes de mayo hasta ahora.

En la ruta anterior nos habíamos quedado en el mirador de Lombada Velha, sobre un enorme acantilado, en el concelho de Porto Moniz.

Pues desde ahí vamos a continuar hacia Calheta para ver Ponta do Pargo, que debe su nombre a esta especie piscícola y que es además la freguesía que se encuentra a mayor distancia de Funchal. Es un sitio tranquilo y con unos acantilados muy espectaculares, tal vez los más espectaculares que hemos visto hasta el momento, sobre todo en la zona del faro.

En el momento de escribir esto hay un error en Google Maps entre el faro y el mirador que tiene al lado, ya que esa carretera ha dejado de existir. Sí, tal cual: han retirado el asfalto y la han convertido en una pista de tierra, lo que en el momento me supuso una caminata con la que no contaba al haberme liado con los accesos.

Vamos a seguir camino por esta zona tan escarpada, por una carretera con muchas curvas y teniendo paciencia si se nos cuela un autobús, un tractor o un coche que circule lento por delante hasta llegar al mirador de Fajã da Ovelha, desde el que hay unas vistas espectaculares del cercano Paul do Mar.

Y a Paul do Mar podemos bajar por una carretera con curvas muy cerradas para poder bajar por una ladera muy escarpada. Paciencia, cuidado con las rocas desprendidas y a disfrutar de las vistas si vamos de acompañantes en el coche.

En otros lugares Paul do Mar sería un pueblo muy turístico a orillas del Océano. Aquí nos sirve para ver cómo es un calhau de cerca y sin haber tenido que tomar uno de esos teleféricos para valientes como el que vimos en Achadas da Cruz. El pueblo está bien, hay cultivo de plátano y la vista de los barrancos es espectacular, pero en quince minutos has visto todo lo que tenías que ver.

Y de aquí a Jardim do Mar hay un túnel. Aunque por toda Madeira hay muchos túneles uno no termina de acostumbrarse a ellos. Por esta zona he visto túneles modernos, pero también algunos antiguos que parecen excavados a pico y con tantas filtraciones de agua que parece que llueve. En esta carretera que estamos siguiendo, lo más cerca posible de la costa, nos encontraremos un poco de todo.

De Jardim do Mar no tengo recuerdos. Ni siquiera viendo las fotos consigo acordarme de gran cosa. Es un pueblo como otros tantos de la costa sur de la isla. Pero la carretera que estamos siguiendo tiene mucho para ver: acantilados, más plátanos, cascadas que caen al mar o a la playa, casitas construidas en medio de tanto verde y siempre viendo al mar... Es uno de esos sitios en que no hay algo en concreto que ver, pero todo es para ver.

Y llegamos a Calheta, la capital del municipio. Tiene una de las pocas playas grandes de la isla, y aunque en las fotos turísticas que hay por ahí parece enorme en realidad es sorprendentemente pequeña. Y con el día que tenía era imposible sacarle una foto decente. Calheta en si me pareció un pueblo turístico a secas, con hoteles y apartamentos y poco más. Seguí ruta.

De aquí pasamos a Madalena do Mar, que tiene un aire a Paul do Mar: un calhau a pies del acantilado con una playa de piedras. Aún así es un sitio bonito, y cuando vas hacia el este el pueblo termina en un viejo túnel. Si te paras a la salida del túnel y ves la playa que hay, cerrada al público, hay una cascada que cae al mar. Dependiendo del caudal puede estar bien o ser un poco más que un goteo. En mi caso tuve suerte y tenía bastante agua.

Y en este tramo viene uno de mis lugares preferidos de Madeira: una cascada que cae sobre la carretera. A mi me vino genial. Por la mañana había estado por el Paul da Serra (ya veremos eso en la próxima ruta) y había manchado una buena parte de la carrocería del coche con boñigas de vaca y caballo. Ya me había hecho a la idea de tener que pasar por un túnel de lavado antes de devolver el coche. Bien, lavarlo en una cascada es mucho más barato y ecológico. Y más rápido. Quedó impecable y además me llevé una foto bonita de recuerdo.

Y un poco más adelante y justo antes de Ponta do Sol, tras una curva y antes de un túnel hay una parada interesante para hacer: un tramo de una de las antiguas Estradas Reáis, que no dejaban de ser caminos para transitar a pie o con bestia de tiro y que resultaban la forma más habitual de mover personas y mercancías antes de que se construyesen las primeras carreteras dignas de tal nombre. En la foto que acompaña veis que no eran muy anchas (la foto está tomada desde la antigua estrada).

Ribeira Brava es un buen ejemplo de lo que son estas poblaciones construidas en torrenteras: las casas, a pesar de las fuertes canalizaciones que intentan desviar la fuerza del agua, no siempre están a salvo. Vistas las consecuencias, no me gustaría ver una de estas desbordadas, pero parece que no es raro que ocurra. La cantidad de agua que cae y las piedras y arena que arrastran hacen estragos en las contenciones y arrasan todo lo que encuentran por delante.

Un poco más adelante de Ribeira Brava, ya en Camâra de Lobos (llamada así por los lobos marinos) encontramos uno de los puntos más relevantes para el turismo en la isla: el Cabo Girão, que con sus 589 metros de altura es el mayor acantilado de la isla. Insisten mucho en que es el más grande de Europa, pero no es cierto: ni es Europa ni, de serlo, sería más alto que la Garita de Herbeira (Cedeira, A Coruña), con sus 613 metros, Hornelen en Noruega con 860 o Enniberg y sus 754m en las Islas Feroe (Noruega). Aún así, impresiona. Por desgracia no tengo foto en condiciones del sitio porque se me hacía de noche.

A partir de aquí para mi pierde mucho encanto la isla porque entramos en la zona urbana de Funchal, que se extiende por los municipios costeros más cercanos. La mayoría de la población madeirense vive en esta zona. El problema es que salvo algunos cascos urbanos, como Funchal, y algunas de las zonas más altas como Monte, también en Funchal, el resto es una enorme colección de edificios modernos sin demasiado interés: mucho hotel y mucho edificio perfectamente olvidable. Si nos vamos un poco hacia las afueras sí que hay muchas villas muy bonitas, con palmeras y plátanos y algo de viña y flores, muchas flores. Funchal es una ciudad con muchas flores y mucho verde por esto mismo.

Pero Funchal tiene algo más que su puerto, el casino que proyectó Niemeyer cerca del muelle de transatlánticos o su casco urbano: Funchal tiene a Monte, una freguesía con un clima más suave que el del centro de la ciudad, con buenas vistas, bonita arquitectura y joyas como el Jardín Botánico. Tanta es la belleza del lugar que las clases pudientes de la isla y gente pudiente venida de Europa y América se alojaba en Monte. Antes del tranvía y del moderno teleférico que une esta parte de Funchal con su centro histórico se desarrolló un medio de transporte muy singular y que hoy es otro de los atractivos de la isla: los Carros de cesto.

Los carros de cestos son como trineos empujados por dos personas y que hacían un trayecto entre Monte y las zonas bajas de la ciudad aprovechando las fortísimas pendientes de las calles de la ciudad. Cuando las clases altas dejaron de usarlos se enfocaron en los turistas y aún hoy se mantienen en activo, con gran demanda, para un trayecto de algo más de un kilómetro.

Lo siguiente de la isla es Santa Cruz. Se puede dar un paseo. Se puede ver otro pueblo más que intenta vivir de una playa que no es una playa y, mucho mejor que eso, se puede ver el Aeropuerto de Madeira por debajo, para ver su pista sustentada por pilotes.

Y de aquí a Machico, casi donde empezamos la ruta anterior. Podemos aprovechar para ver una de las pocas playas en condiciones de Madeira y para ver la ciudad desde algún mirador cercano antes de poner fin a nuestro viaje por la costa sur de la isla.

El mapa

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